martes, 23 de agosto de 2016

LA PALABRA...



"En el principio era el Verbo y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios, y se hizo carne y habitó entre nosotros". Así comenzó Juan el Apóstol su Evangelio. Hasta ahora se había creído que "el Verbo" no podía ser otro sino Jesucristo. No. Las catorce primeras estrofas de su Evangelio las escribió Juan como una lección y como una afirmación metafísica, para preparar su mente a lo que iba decir. Para que todo fuera de acuerdo con la Verdad. (He resumido las estrofas para no alargar inde­bidamente estos textos) La afirmación no tiene co­nexión con el Evangelio en sí.
El Verbo significa lo que es: La Palabra, pero expre­sado en los términos poéticos y grandilocuentes que tanto gustaban en aquella época. La palabra es el pensa­miento hablado, y en ese sentido la empleó Juan, convo­cando a la Verdad para que hablara por él en sus pala­bras. "Se hizo carne" fue el decreto que se manifestara, "y habitó entre nosotros" es la reafirmación de este decreto. Al mismo tiempo es una información para la posteridad: "En el principio..."
Juan fue enseñado íntimamente por el propio Maes­tro de la Metafísica cristiana, y nos asombra lo bien que expresa el proceso la frase: "Se hizo carne y habitó entre nosotros ", además de que de un solo golpe afirma la Fe. "La Fe es la evidencia de las cosas que aún no se ven". La Biblia toda es un poema.
Jesús dijo: "Por tus palabras serás condenado, y por tus palabras serás justificado". Más claro no puede expresar la misma a verdad. También dijo: "No es lo que entra por su boca lo que contamina al hombre, sino lo que sale de su boca, porque lo que de la boca sale, del corazón procede". Otra diáfana manera de expresar la misma verdad. Se lo dijo a los Judíos para rebatirles la creencia de que era "malo" comer ciertas cosas, como la de comer en la compañía de los Gentiles.
Sin embargo nada de esto ha sido tomado en serio por las iglesias: y la gente (imperdonable en los sacerdotes) continúa hablando tonterías sin darse cuenta que cada palabra que pronuncia es un decreto que se manifiesta en ellos y en sus vidas. Sobre todo aquello de que la voluntad de Dios es algo desagradable y duro de aceptar.
Te propongo que resuelvas un día poner atención a todo lo que digas durante ese día. Te sorprenderá la cantidad de decretos negativos que lanzarás.
Vamos a recordarte algunos de los que emplea la mayoría a diario, y tú entre éstos, por supuesto: "Los negocios están malísimos"... "Las cosas están muy malas"... "La juventud está perdida"... "El tráfico está imposible"... "El servicio está insoportable"... "No se consigue servicio"... "No dejes ese dinero allí porque lo van a robar"... "Los bandidos están asaltando en todas las esquinas"... "Te vas a caer"... "¡Te vas a matar!"... "Te va a pisar un carro"... "¡Vas a romper ese vaso!"... "Yo tengo tan mala suerte que..."... "Yo tengo muy mala memoria"... "Yo no puedo probar eso, me hace daño"... "Mi reumatismo"... "Mi alegría"... "Mi dolor de cabeza"... "Mi mala digestión"... "Ese es un bandi­do"... "Esa es una desgraciada"... "¡Cuando no! ¡Tenía que ser!"... etc, etc. Una vez pronunciado el decreto, procede a manifestarse.
¡Y todo eso es mentira! A la luz de la Verdad del Ser es mentira. Todo eso es dicho por costumbre sin pensar­lo siquiera, porque "del corazón procede". Todo fue grabado con la palabra y el sentimiento. Fue aceptado por el pensamiento.
Claro está, las imágenes ya están lo que se llama metafísicamente "cristalizadas" en el Subconsciente, por venir desde muchas vidas anteriores. Al principio tu conciencia no captará la posibilidad de reformarlo todo, pero devanando la cuerda se llega al hilo. Basta con un gramo de buena voluntad. Basta con el deseo expresado, o simplemente sentido, para comenzar o deshacer toda la cristalización. Basta con que cada vez que te encuen­tres expresando un pensamiento negativo, lo niegues, lo rechaces y digas que ya no aceptas más esos conceptos. Luego ve la Verdad del Ser, da gracias con toda tu alma por la sublime oportunidad que se te ha brindado para limpiar tu Subconsciente y sanar tu alma. De un solo golpe te has confesado, arrepentido y perdonado; pues la confesión y el perdón no son válidos sino frente a uno mismo. Después, si tú eres católico, puedes cumplir con los preceptos de tu iglesia si tú quieres, pero al primero a quien hay que perdonar es a uno mismo. Hay personas que no se perdonan jamás el haber fallado en algo y por lo tanto se odian. Eso es soberbia y venganza. ¿Con qué derecho buscan el perdón de otro?
Jesús dijo: "El hombre de su mal caudal saca cosas malas. De su buen caudal saca cosas buenas". "Ama a tu prójimo como a ti mismo", implica una autorización para amarse, en primer término, y al prójimo en segun­do. Tenerse respeto y dignidad, aceptarse uno tal cual es, sin exigencias desmedidas y comprender que fallar es humano y el perdonar es divino. Primero, pronunciar la palabra de Verdad por uno mismo, para poder pronun­ciarla por el prójimo.
La palabra es el pensamiento hablado; luego está regida por la Primera Ley de la Creación, que en los textos clásicos se llama El Principio del Mentalismo.
Esta primera ley te la expliqué en los cuatro primeros capítulos y he terminado de desarrollarla en éste. Inser­té una idea de la Segunda Ley de la Creación, o sea. El Principio de Correspondencia, en el Capítulo ante­rior, porque las leyes todas se entrelazan y dependen unas de otras y en ese punto convenía exponértela.

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